“Los jóvenes están creciendo fuera de la realidad como autistas sociales”

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“Los jóvenes están creciendo fuera de la realidad como autistas sociales”

Juan José Trillos, investigador de la Universidad de la Costa, estudió la forma en que las nuevas tecnologías están modificando la conducta y la construcción de una identidad humana.

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‘Autistas sociales’. Esta categoría, creada por el investigador Juan José Trillos, que a simple vista podría entenderse como una contradicción, deja de serlo cuando hace alusión a la manera en que las nuevas tecnologías han aislado a millones de personas en todo el mundo que, al tiempo, se encuentran interconectadas por aparatos como smartphones, tabletas o portátiles. Es decir, pese a estar en permanente interacción digital, a través de las redes sociales o aplicaciones de mensajería, tienden a sentirse solas e, incluso, presentan patologías derivadas de ese sentimiento.

Así lo describe Trillos, profesor del programa de Comunicación Social y Medios Digitales de la Universidad de la Costa, al realizar un paralelo entre lo que es el autismo, «individuos que están incapacitados para vivir de la misma manera que sus pares y construyen un universo propio», y la tendencia actual de encontrar refugio en uno de esos aparatos y comenzar a manipularlo, fenómeno que afecta principalmente a los jóvenes, ya que los abstrae del mundo real. ¿O es ese su mundo real?

Es la concepción de la sociedad a partir de las nuevas tecnologías, y cómo esto ha cambiado la construcción del hombre como ser con el otro, lo que motivó su investigación titulada La comunicación del autista social en el marco del individualismo y el espectáculo, un artículo fundamentado científicamente con autores que han estudiado la comunicación y el ser a lo largo de los años.

«La comunicación es construir un sentido, una coexistencia, pero esa coexistencia se rompe en la medida en que tú te aíslas. Entonces esos objetos impiden la comunicación, no son para comunicar, son para enviar información. Comunicarme es aceptarte, así no comparta tu criterio, es sentir, mirar, oler, escuchar», precisa el investigador.

Como parte de su trabajo investigativo, aplicado al análisis de la tecnología comunicativa y su incidencia en el comportamiento humano, Trillos realiza un estudio en diez colegios del Atlántico, financiado por la Universidad de la Costa, para determinar qué es más eficaz en términos de comprensión lectora, ¿hacerlo en papel o en las pantallas de los dispositivos? Según sus primeras conclusiones, los estudiantes terminan fracasando en su intento por apropiarse de los conocimientos a través de internet.

Pero esta situación, según Trillos, no está ligada a la herramienta en sí, sino a la manera como está siendo asimilada o como nos han enseñado a hacerlo. «Las universidades ahora somos una reproducción de lo que hacen los estudiantes en la casa. Los aparatos están alterando las competencias necesarias y habilidades que tenemos que adquirir para vivir como seres sociales. Se trata de una pandemia mundial y está comprobado científicamente. Hay datos estadísticos de las enfermedades y la ansiedad que esto produce, es una droga que crea una dependencia».

De acuerdo con el investigador, el Ministerio de Educación está en mora con empaparse de toda la literatura sobre el tema para concluir que se necesita un desarrollo cognitivo para usar un smartphone en clase o fuera de ella. «Ninguna tecnología es buena o mala, depende del uso que se le dé», explica.

«Les digo a mis estudiantes de Comunicación Social que no se trata de que los dejen de utilizar, sino de que se conviertan en los Zuckerberg del presente y el mañana, y así la plata no se va del país. Lo que hay que hacer es producir y dejar de ser consumidores de tecnología de tiempo completo. Es decir, debe existir un objetivo concreto, no usarla porque sí, y más en la educación».

Desde 2006, el profesor Trillos realiza una crítica articulada sobre la cultura de la informática que ha sido publicada, primero en una columna de opinión de ese mismo año por El Tiempo, titulada ´Detrás de la educación virtual’, por Palabra Clave (2013) de la Universidad de la Sabana, y referenciada por varios centros de educación superior en Latinoamérica.
«Cuando escribí ‘Detrás de la educación virtual’ empecé a estudiar a todos los autores, entre ellos Sábato, que en ‘La resistencia’ hace un ensayo de corte apocalíptico, y encontré las epistemologías que me han llevado a que yo tenga una propuesta que hacerle al país acerca del uso correcto de la tecnología. ¿Qué recomendaciones le hago al Ministerio de EducaciónMinisterio de Tecnologías de la Información y Comunicaciones, y las universidades? Que los individuos no utilicen los smartphones sino hasta después de los 15 años».

De acuerdo con sus investigaciones, el crecimiento cognitivo está siendo alterado por estos aparatos y similares. El desarrollo fisiológico y morfológico del cerebro, apunta, va de 500 cc cuando se nace a 1.600 cc al cumplir los 20 años, en un proceso llamado ontogenia. En términos de la teoría cognitiva de Jean Piaget es la evolución cultural del individuo en la sociedad, «entonces les estamos negando los ejercicios y entrenamientos que requieren para desarrollarse como seres humanos».

¿Y todo por qué? Por formar parte de una maquinaria en la que el manejo de la tecnología se ha vuelto casi que propiedad exclusiva de los países industrializados, reflexiona Trillos. «Nos han montado en un caballo loco, nos han engañado. Nos han vendido un discurso mentiroso porque no necesitamos la tecnología para tener calidad de vida. Que yo pueda compartir con mi familia, que yo pueda hablar con mis hijos, saber qué están haciendo. Para eso no necesito esos aparatos. Sin embargo, nos hemos construido en individualismos, de espaldas a unas habilidades que hemos debido aprender y enseñar, tan sencillas como mirarle los ojos a una persona y reconocer si está triste, feliz o enojada. Los jóvenes se han entrenado para enviar mensajes, no para vivir en el mundo de los humanos».

En tal sentido, Trillos recuerda a Humberto Maturana, biólogo y filósofo chileno, quien afirma que la comunicación se produce cuando hay una legitimación del otro, cuando al otro se le reconoce como yo válido, y a Foucault, quien plantea que para que haya respeto por el otro, para que yo te respete a ti, debe existir una historia que yo conozca de ti, ya que el respeto no es una palabra ni un concepto sino una construcción social.

El trasfondo de esta problemática, explica Trillos, es económico. Se vendió la idea de que los celulares, las nuevas tecnologías en general, iban a cambiar la calidad de vida de todos, que iban a sacar del atraso a los países pobres, pero no fue más que «cantos de sirena», porque somos consumidores, no productores. «Como dijo Antanas Mockus hace 25 años, la informática llegó al país cuando todavía hay millones de analfabetas, es decir, la gente no sabía leer y le dimos tecnología».

Para el investigador, la mejor tecnología que ha producido el hombre, a lo largo de la historia, es la rueda. «A raíz de ella se pudo construir todo lo que es patrimonio de la humanidad. La rueda transformó la civilización», dice. «El británico Turin fue quien creó realmente internet en 1941, cuando Inglaterra estaba siendo bombardeada por Alemania. Los ingenieros desarrollaron ese código secreto: internet nace como un código binario para divulgar información y que el enemigo no lo descifre. Cuando se desarrolló el microprocesador se tomó ese saber, fue tremendo invento, pero en términos de tiempo la rueda es más importante».

El punto que plantea Trillos es que los estadounidenses y asiáticos han engañado a la humanidad, en especial a los países del tercer mundo. «Ellos se llevan la materia prima de acá, como el coltán, que es el conductor eléctrico más rápido del mundo y lo sacan de Colombia, Venezuela, Perú, Brasil, y luego nos lo devuelven en aparatos que nosotros compramos. El 80% de las utilidades se queda allá, es decir, sus economías son fuertes porque explotan nuestros recursos naturales y luego nos venden», afirma.

A partir de esa dependencia económica, sugiere el profesor, surgen las otras problemáticas, como la comunicativa, que se enlazan como los eslabones de una cadena hasta derivar en los autistas sociales.

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