¿Quiénes deben construir la paz?

La investigadora Judith Hernández García llevó a cabo una investigación para establecer cómo debe ser la cultura para la paz en un país que ha vivido más de 50 años en un conflicto interno.

En Colombia hablar de guerra y paz es una constante. Desde hace más de 50 años, cuando se inició el conflicto interno en el país entre el gobierno y los grupos alzados en armas, que minimizó el Estado de derecho y la convivencia pacífica, los asesinatos, masacres y desapariciones han sido el pan de cada día. Incluso hoy, cuando hay un acuerdo de paz firmado.

De hecho, no sería traído de los cabellos pensar que el colombiano está acostumbrado a vivir en medio de la guerra, porque a pesar de los hechos que se registran a diario en las zonas rurales y urbanas del territorio, se ha reconstruido como ser social para hacer frente a las situaciones y continuar la vida.

Pero, ¿cómo entienden los ciudadanos la responsabilidad que tienen en la construcción de la paz? La investigadora Judith Hernández García llevó a cabo un estudio que tituló ‘Cultura para la paz en Colombia, una aproximación a las políticas públicas’, publicada en la revista Opción, en el que hace una revisión sistemática sobre los conceptos de cultura, democracia y paz en el contexto colombiano.

“Analizamos  cómo ha sido el proceso violento con esa lucha interna que se produce en Colombia desde la época de los 60. Una historia sociopolítica y económica marcada por muchas diferencias sociales que en otros países no se presentan. Por ejemplo, acá todavía hablamos de estratos hasta para la asignación de la prestación de los servicios públicos. Estos son patrones culturales que tenemos instituidos en el imaginario colectivo y que debemos desmontarlos”, comenta Hernández, profesora de la Universidad de la Costa.

Indica que el conflicto comenzó por problemas de tierras, de latifundio, de grandes monopolios de grupos económicos, y es cuando surgen grupos como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) o el Ejército de Liberación Nacional (ELN) con un componente ideológico muy radical. “Cuando son tan extremistas en sus ideologías tienden a excluir, ellos tenían un pensamiento contra el sistema imperialista, hegemónico,  como el estadounidense, basado en una tendencia política de ultraizquiera. Aquí comienza este proceso de enfrentamiento contra objetivos claros como el Estado o como grupos poderosos y del estatus quo”.

Las luchas radican en que, de acuerdo con Hernández, desde su concepción, el Estado tiene el monopolio de la seguridad ciudadana; sin embargo, que sea garante no quiere decir que sea justo en su administración y es ahí donde comienzan los enfrentamientos. “El Estado coopta la seguridad, no solo desde su competencia en materia de la seguridad nacional, sino más en la lucha a ultranza de sus intereses y comienza a chocar con estos grupos, a defenderse también de manera violenta”.

Agrega que esto sucede en la perspectiva del Estado-nación (moderna) y no en consonancia con el modelo de relación del Estado con la sociedad, que va a existir siempre: lo transitorio son los gobiernos de turno y sus ideologías.

A esta historia de combate se le suman dos actores más: las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), una ofensiva paramilitar que está diametralmente opuesta a la concepción de la guerrilla, y el narcotráfico. “Se intensificaron las desapariciones forzadas, secuestros, asesinatos, masacres. El narcotráfico llegó a estar del lado de todos, porque comienza a sufragar la carga económica que necesitaban para los enfrentamientos”.

En el artículo, Hernández contextualiza que paralelo a esta guerra, Colombia ha tratado de continuar y que a pesar de todos los procesos de confrontación, también ha habido preocupación de algunos gobiernos por procesos de acuerdo. “Desde la década de los 80 con Belisario Betancour, más adelante con Uribe, y así con otros presidentes y gobiernos con quienes se produjeron acercamientos”.

Este artículo está enmarcado específicamente en el periodo de 2012 a 2016 cuando se iniciaron las conversaciones en Cuba. Esto lleva al interés de hablar sobre tejido social en Colombia, pues haber Estado más de 50 años en un proceso convulsionado crea una estructura de democracia y sistema político y cultura. “A pesar de que están muy marcados los acervos culturales, no solo se trata de esas manifestaciones, sino de los valores y las creencias que socializan los individuos en un contexto determinado. El colombiano es muy alegre, pero vive permeado por la violencia, por eso debemos apuntar a rescatar los valores ciudadanos hablando de resocialización política”.

Hernández señala que la paz debe comenzar desde cada individuo y que no debe concebirse solamente por la que se impone por el acuerdo entre varios grupos de poder. “Cuando somos cívicos, cuando pensamos en el prójimo y no solamente en singular, cuando comenzamos a tener detalles como no colarnos en una fila o esperar a que las personas salgan de un transporte para entrar se va reconstruyendo el tejido social”.

Así mismo, indica, sucede con la democracia. La investigadora afirma que en este sistema político deben caber todos los ciudadanos para rescatar elementos que permitan hablar de cultura política democrática, haciendo referencia a los valores y principios en un contexto sociohistórico con seguridad ciudadana.

“Tenemos que construir y tener unas garantías indispensables, pero no solo desde el punto de vista normativo y constitucional, sino en el ejercicio del ciudadano. Como cuando entendemos que tenemos que tener relaciones solidarias, acceso a bienes de calidad, comprender los espacios compartidos, la justicia para todos y la seguridad e integridad, ¿cómo opino si no estoy segura de qué consecuencia puedo tener al exponer mis ideas?”.

La posibilidad de la construcción de paz está en la ciudadanía, si la entiende a través de las diferentes conceptualizaciones. Hernández explica que hay una paz estructural denominada positiva, que no es coyuntural sino de vigencia permanente, ligada a la inclusión, la pluralidad y la tolerancia.

“Uno es responsable de aportar a la construcción de la paz. Hay que profundizar en el respeto y la responsabilidad. La paz es un constructo compartido de coexistencia y aceptación entre ciudadanos, debemos entenderlo y trabajar por ello”, enfatiza.

by-nd Atribución – Sin Derivar: Esta licencia permite la redistribución, comercial o no comercial, siempre y cuando la obra circule íntegra y sin cambios, dándote crédito.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *